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Todo sobre Vázquez, hipócrita función



¿Es posible ver en escena exactamente lo mismo que se critica en ella? Pues sí, en Todo sobre Vázquez. La obra trata el mundo del teatro y de los actores con chispa pero con una ejecución un tanto hipócrita. Uno de los personajes escribe una obra dramatúrgicamente perfecta y con personajes de calidad. Un productor quiere llevarla a escena con Alaska de protagonista. Otro personaje escribe otra obra superflua, como dicen en escena, con “un tema manido y personajes arquetípicos”, el productor pondrá como protagonista a Carmen Lomana. Todo sobre Vázquez habla de la calidad teatral frente a la comercialidad de la escena pero nos encontramos precisamente con eso, con un tema muy visto, aunque con una visión sin censuras de la realidad, eso es positivo, y con personajes superfluos interpretados sin gracia y sin ningún esfuerzo teatral. La estrella que pone el productor, Belinda Washington.


Un actor de éxito en los noventa ya no actúa, ahora es taxista. Una actriz de la misma década se dedica al porno actualmente. Quieren volver a escena y ella ha escrito la obra perfecta para hacerlo. A la puerta de Vázquez llama una representante que querrá propiciar su regreso a la escena del famoseo, las revistas, los programas de corazón y los reality shows.


Valorar el teatro y el trabajo que hay detrás. Es lo único que pido cuando una obra no me gusta para poder salvarla. La obra empieza mal cuando los técnicos que están en la cabina de luz y sonido no son capaces de callarse y hacen ruidos distrayendo al público y alejándolo de la escena. Seguimos por el mal camino descubriendo que para la escenografía han cogido el sofá y el sillón que otros días hemos podido ver en el pasillo de los Teatros Luchana. Y terminamos culminando la función con un regalo que Leticia, la representante, le regala a César, el protagonista. Un cuadro donde aparece la imagen de Belinda Washington, que no la del personaje, pegada con celo, evidente y brillante, sobre un corcho de los de chincheta y post-it. Todo esto, obviando las copitas de plástico y el cuadro del suelo con la cara del protagonista pegada sobre una imagen de Al salir de clase. Poco esfuerzo y pocas ganas de hacer una obra redonda. Empezamos mal (y eso que yo creía que esto era un buen plan…)


Jaime Palacios, guionista de Al salir de clase, escribe y dirige esta obra donde podemos ver ejemplos del ¿Qué pasó con…? El tema me resulta atractivo y una realidad frustrante y sincera se muestra en escena, pero la conjunción del resto de los factores del espectáculo no funciona y los 75 minutos de la obra nos resultan un tanto extenuantes. Palacios no ha sabido llevar a escena un guión al que, aunque sea irreal, podría sacársele bastante jugo y comicidad sincera.


Ángel Caballero produce esta obra para regalarse un protagonista que se le queda grande. Caballero se presenta robótico, poco orgánico y con estallidos de andaluz que no es capaz de controlar. Su final con Washington es una mala improvisación de escuela donde uno dice vete, la otra no, y así hasta que se cansen. Belinda Washington tiene un papel, ser la graciosa y la bruja del cuento. El papel de bruja despiadada lo hace con energía pero sólo logra ser graciosa cuando se sale del guión y de las gracias hechas para hacer reír. Rubén Sanz está correcto en un personaje demasiado estereotipado y Nerea Garmendia salva la papeleta y es sincera en bastantes ocasiones.


¿Quién decide quien es actor? ¿Quién decide donde hay talento? ¿Quién decide que es un espectáculo? No hay nadie que tenga la verdad absoluta y estoy seguro que muchos disfrutarán con esta función pero las obviedades de falta de esfuerzo y la hipocresía son injustificables.


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