Todo es mentira, cine hecho con teatralidad
Todo es mentira es una película indie que rebosaba frescura a manos de una jovencísima Penélope Cruz. Una comedia juvenil donde la música era parte de su encanto –tenía a Coque Malla y a Cristina Rosenvinge entre sus protagonistas. Ahora Quino Falero le da teatralidad a esta historia que mantiene el texto de Álvaro Fernandez Armero pero adaptado por Luis Galán. Tamar Novas y Manuela Velasco dan vida a la pareja protagonista.
Pablo está cansado de su vida, de su relación con las mujeres y de no sentirse querido ni comprendido. Se va a Cuenca a dar un cambio radical a su vida. ¿Por qué? Eso es lo que nos cuenta Todo es mentira, tres parejas diferentes, la guerra eterna de chicos contra chicas que están destinados a entenderse contra viento y marea. Más les vale. Eso sí, el final lo sabemos desde el principio aunque queramos evitarlo y necesitemos un final romántico, ese fueron felices y comieron perdices no llegará. Por lo menos, entre Pablo y Lucía.
Quino Falero ha sabido dirigir con buen ritmo y un tono ligero una comedía romántica que lo necesitaba. Los recursos teatrales son un buen acierto, crea un montaje que aprovecha y evidencia las deficiencias del teatro en el que se incumbe. No hay puertas, no pagan a los actores lo suficiente como para hacer una escena de cama, genial ese “ah, ¿pero a ti te pagan?”, y donde un mismo sofá hecho con palés sirve para decorar cualquier casa. Esa evidencia y verbalización crea comicidad pero a veces resulta un poco forzado. Sólo a veces. La música y las imágenes que se proyectan en los paneles traseros acompañan al estilo y al conjunto de la obra con sentido.
Tres parejas, cada una distinta de la otra, todas con sus manías y defectos y con miembros que intentan imponerse el uno sobre el otro, en vez de complementarse. La pareja principal la componen Tomar Navas y Manuela Velasco. Él es un gran protagonista y aprovecha cada recurso cómico que le da el texto, dándole sentido y sin dejar pasar nada por encima. Todo traspasa su filtro y lo hace personal e inigualable. Velasco por su parte está algo más floja, con menos energía, aunque nos sorprende en su monólogo con luz de monólogo. Sincera y directa. Los papeles secundarios están muy bien tratados, aunque se nos queda un poco descuadrado el papel de la activista de ONG, interpretada por Rebeca Roldán, consigue ser tan cansina como los que nos encontramos por la calle. Oscar Sinela, sin embargo, destaca la comicidad de su personaje y, aunque a veces parece estar un poco por encima en teatralidad que el resto del reparto, nos cuela en su personaje y nos divierte. Vanesa Rasero está brillante y destaca en todas sus escenas. Juan Renedo y Silvia Maya cumplen su cometido, eficaz y cómicamente, pero resultan algo más planos en el resultado.
Todo es mentira estará sólo doce funciones. No sabemos si prorrogará aunque si lo hiciese tiene todos los ingredientes para convertirse en otro de los triunfos de la Sala Grande del Teatro Lara, junto a Burundanga y La Llamada. Comedia sobre relaciones de pareja, con un tono fresco y juvenil, música en escena (sería mejor si la voz fuese todo el tiempo en directo) y buenos intérpretes. Además de eso, propone una reflexión sobre lo que es un trabajo de verdad y lo que no, y los problemas que eso crea en la pareja. La lucha por los sueños y el apoyo del que tienes al lado. Conflictos y más conflictos. Y al final, todo es mentira.