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El cuarto jinete, juicio apocalíptico



Ante nosotros nos encontramos con el futuro y con una cuenta atrás. 54 años, 278 días, 14 horas, 47 minutos y el segundero que corre como la arena que desciende del reloj. ¿Qué pasará cuando se acabe el tiempo? Gustavo Van Leen ha escrito este texto complejo que Carlos Be ha llevado a escena en un montaje con poca acción y mucha verborrea. Manuel Moya y José Ygarza ahondan en un futuro incierto y con ansias de destrucción.


El final está cerca, la humanidad se autodestruirá y los humanos, en vez de luchar, se pasan el día viviendo una realidad ficticia y solitaria en los simuladores. Dos hombres serán clave para la continuidad del planeta. Jan y Ludvik, uno por convicción, otro por obligación. ¿Cómo acabará la civilización? ¿Conseguirán retomar el buen rumbo?


El cuarto jinete es un thriller futurista donde la acción se cambia por la palabra y donde los actores sostienen un texto complejo que requiere toda la atención del espectador. No es una obra sencilla y eso le honra, le honra porque propone un tema diferente a la cartelera teatral madrileña. El texto de Gustavo Van Leen merece la pena ser leído. El problema radica en que la dirección ha decidido mostrarnos el texto tal cual, sin grandes momentos de acción que harían que el espectador se removiese de sus butacas. Entiendo la frialdad que ha querido mostrar Carlos Be, pero esa frialdad no se puede traducir en personajes sin fondo, sin implicación en lo que les sucede y con una energía dubitativa. También nos encontramos con una escenografía demasiado simple donde reina una silla que es todo menos futurista.


La obra empieza con un monólogo de José Ygarza al que le falta fuerza. En general, su interpretación peca de falta de implicación, de tensión y de urgencia, algo raro en él, quizá porque esta obra requiere de una interpretación un poco menos naturalista. Manuel Moya se encuentra más entregado aunque creo que podría dar mucho más de sí. En el momento final, no encuentro el click que hace que el personaje tome la decisión que toma. Carlos Be ha querido crear una tensión sexual entre los personajes innecesaria, sobre todo porque no se traduce en nada ni provoca nada entre los dos. Quizá necesitamos saber algo más de la relación entre ellos, de su pasado o que, aunque no nos den esa información, la conexión entre los actores esté más trabajada.


El cuarto jinete nos muestra un futuro incierto y muy interesante sobre el que trabajar pero Carlos Be ha querido que el peso de la obra recaiga sobre el texto y echamos en falta ver un montaje que arriesgue en algo más que en la dramaturgia. La frialdad de un mundo en el que la gente no se relaciona de tú a tú, no se puede traducir en hielo escénico sobre todo porque los personajes se encuentran en una situación extrema que, en algún momento, les tiene que remover algo por dentro. El apocalipsis de El cuarto jinete se llena de hielo en vez del fuego que todos podríamos haber imaginado.


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