El Perro del Hortelano, versos debajo de los tapices
Hay muchas maneras de contar un texto clásico, desde lo más contemporáneo, naturalizando el verso y creando un montaje innovador, algo que funciona en contadas ocasiones porque tiene que estar muy bien hecho para que quede coherente, o acudiendo a lo más clásico e intentando seguir el ritmo del verso con un montaje donde la época premie sobre otros temas. De una u otra manera, son los sentimientos universales de los protagonistas los que tienen que vencer a uno u otro montaje. El Perro del Hortelano que nos presenta la compañía Alas Tablas Teatro, bajo la dirección de Pablo Gómez Pando, nuestro Hamlet del Teatro Clásico de Sevilla, acerca el verso al espectador, demasiado acelerado en algunos momentos, pero mantienen la época y sus costumbres.
Lope de Vega escribía El Perro del Hortelano para hablar de la diferencia de clases, para hablar del amor, de los celos y del interés. Una comedia palatina que tiene como cumbre el verso de “es del hortelano el perro, ni come ni comer deja”.
“Los tapices tienen oído y las paredes lengua”, ese verso es el que el equipo de escenografía de El Perro del Hortelano ha decidido destacar para componer su espacio escénico, básico pero funcional y recurrente. Un piano preside la escena, acudiendo los actores, como músicos de la función a cantar unas canciones que le dan ligereza al montaje y que levanta al espectador en los momentos en los que la función tiende a decaer. Muy acertado también el recurso de los ladridos y aullidos, cuales lobos en celo deseando capturar a su dama. Gómez Pando ha sabido dar unos sencillos toques de dirección que hacen que la obra tenga un pellizco de originalidad, apoyan y dan ritmo al montaje atendiendo a los recursos del mismo. Cambios entre escenas muy acertados y una presentación de personajes que te los descubren desde que empiezan a moverse por el escenario.
La interpretación del verso pretende acercar al espectador las palabras de Lope y lo consiguen. Eso sí, a nivel general, se tiende a acelerarlo y se pierde el sentido. Fallos evidentes y evidenciados que hacen que el montaje decaiga en algunos momentos. Fran Pineda no nos permite saborear sus palabras y crea un galán un tanto descafeinado y Alfredo Zapata se equivoca en demasía, creo que debido más a desconcentración que a carencias actorales, pues aprovecha sus personajes con solvencia y nos hace reír como criado. En general, los criados simpatizan más con el espectador, destacando Gema Flores, que nos conquista en su presentación. Enérgica, desprende buenas vibraciones escénicas. Muy acertado el caballero de castañuelas de Víctor Nanclares, nos divierte su presencia y su amor a las manos. Susana Sanabria, por su parte, compone el personaje menos agradecido, sobre todo porque le da un toque infantil que la hace menos adulta, y justifica su indecisión desde la falta de madurez.
El Perro del Hortelano de Alas Tablas Teatro es montaje que necesita mayor concentración actoral para ser redondo pero que tiene muy buena materia prima, buena dirección y asimilación del verso. También echo en falta un arranque escénico después de la introducción musical que haga que el espectador se enganche a la historia más pronto que tarde, aunque es cierto que cuando la obra consigue engancharlo, no lo suelta hasta el final.