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Los atroces, ¡Qué familia!



Llevaba tiempo queriendo ver esta obra y el certamen Luchana Clásica nos lo ha puesto en bandeja. Vanessa Martínez escribe y dirige –en la función que yo vi, también actuaba- este texto que parece un ejercicio dramatúrgico sobre la tragedia clásica valorado con sobresaliente. Un ejercicio que tiene que incluir todos los elementos de la tragedia. Y no falta ninguno. Una descontextualización sobre la saga de los Átridas, que bien podría ser una de las numerosas familias de la serie Juego de Tronos, que tan enganchado tiene al personal. Teatro de fondo ha creado una versión que planta en escena diferentes épocas para trazar el árbol genealógico de una familia maldita.


Los Átridas es una familia presidida por el odio, la sangre y la maldición, capaz de matarse entre ellos por temas como los dioses, los celos, el dinero o la envidia. Desde el tatarabuelo al tataranieto, todos y cada uno, han cometido delitos de sangre dentro de su propia casa y es ahora el último en la línea sucesoria, aquel que vive en la actualidad y que ha estado interno en un internado, el que descubrirá la maldición e intentará acabar con ella.


Los atroces comienza con un tono de comedia que no le acaba de encajar, por lo menos a mí no me cuadra, hasta que cuadra, hasta que el puzle encaja y te das cuenta de que ese tono cómico que se vislumbra a veces es necesario para contar semejante historia, además para contarla con lejanía temporal, aquella que hace que las cosas se juzguen de otra manera. La historia comienza con un prólogo en el que los propios actores presentan sus personajes y nos intentan aclarar las ideas. Acaban liándonos más o liándose entre ellos y dan comienzo a la historia. Una historia que está compuesta, dramatúrgicamente hablando, a la perfección. El espectador se entera de todo, sin momentos de ¿ahora de quién me hablas?, y avanza en la trama con ganas de saber más. Algo muy complejo de conseguir y que Martínez realza con soberbia.


Además, aparte de la dramaturgia, tanto el elenco actoral como la dirección, nos presentan historias muy bien trazadas e interpretadas. Espectacular imagen la de la violación y entregado reparto. El elenco femenino, donde echamos en falta a Nuria Benet – Martínez resuelve la sustitución con solvencia pero nos hubiese encantado ver al reparto original-, destaca Gemma Solé que cambia de papel sin problema y nos deja sin palabras en la escena actual de la cama con su marido y en la violación con Pedro Santos. En el reparto masculino todos cumplen con buena nota, aunque hay algunos personajes a los que les tienen más cariño. Sin lugar a dudas, Vicenç Miralles adora interpretar a Agamenón, cambia su físico y nos emociona. Pablo Huetos nos sorprende en todos sus papeles, todos con una sutil semejanza pero cargados de verdad. Mon Ceballos totalmente creíble en un papel muy complejo que es el de darle verdad en la actualidad a una historia de tragedia griega. Y lo consigue.


Destino, maldición, capacidad de elección, catarsis, anagnórisis, culpa. Los atroces aciertan en un montaje que acerca la tragedia al espectador que está cansado de la versión clásica y le apetece ver algo nuevo. Con una atmósfera tenebrosa, Teatro de fondo sorprende y te atrapa a medida que avanza en la historia. Ganas de seguir viéndoles en otro tipo de historias.


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