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Los desvaríos del veraneo, espléndido calor



¿Qué mejor época del año para representar Los desvaríos del veraneo de Carlo Goldoni que el propio verano? Ese momento en el que todos nos preparamos para iniciar nuestra partida hacia las vacaciones, estación en la que derrochas lo que no tienes y en la que piensas que todo da un poco igual, ya llegará septiembre. Espléndido calor, espléndida sandía, espléndido mojito y espléndido veraneo. José Gómez-Friha dirige esta versión hecha por el mismo en la que el verano en el campo tiene un cierto toque contemporáneo que hace reír al espectador. Una comedia loca que se vuelve más alocada conforme avanza la función.


Dos familias desestructuradas luchan por ser la reina del verano en el campo. Luchan por dar las mejores fiestas, por tener los mejores invitados, por servir las mejores limonadas y por invitar a la mayor cantidad de gente. En el campo, cuantos más invitados tienes, más apreciado eres. El problema de las dos familias es que no tienen ni para ellos mismos. Pero hay que aparentar y las facturas… Ya se pagarán a la vuelta.


Venezia Teatro nos trae esta comedia que refresca al personal con buena dosis de humor y de locura escénica. Excesos teatrales que se aplauden en el patio de butacas y que llenan de ritmo el escenario. Geniales los toques contemporáneos que Gómez-Friha ha decidido incluir –es inaudito que las marcas Primark e Instagram puedan aparecer en un texto de Goldoni ambientado en el siglo XVIII-, y un aplauso también por los pensamientos a micro y los momentos de musicalidad. Buenos aciertos teatrales que hacen que Los desvaríos del veraneo sea una propuesta personal con sello y un buen trabajo de equipo.


Los personajes tienen un punto de ridiculez que hace que todo esté permitido. Un reparto enérgico y que apuesta sin dudar por la propuesta que plasman en escena. Las dos protagonistas conjugan esa naturalidad inicial con una inyección por minutos de excentricidad y surrealismo, y lo hacen sin que apenas nos demos cuenta. Bravo por Macarena Sanz pero, sobre todo, por Esther Isla, que no nos convence al principio pero acabamos alabando cada una de sus apariciones. La escena que comparten ambas es una lección de comedia. Al que descubrimos en la comedia y en el teatro es a Alejandro Albarracín que no puede contener la risa, eso sí, cuando ya no está en escena, ante los arrebatos coléricos de su personaje. Le cuesta llegar al código tan elevando que exige el director, pero lo resuelve con destreza. También nos reímos con Kevin de la Rosa, excéntrico por naturaleza. Y conectamos con la ternura de los criados, interpretados con corazón por Andrés Requejo y Helena Lanza. El resto del reparto aprovecha con inteligencia los momentos de lucidez de sus personajes. Me encanta que, entre bambalinas -bueno entre cajas y maletas pues el reparto siempre está en escena-, los propios actores disfruten con lo que hacen sus compañeros.


Los desvaríos del veraneo es una acertada propuesta para los que no se vayan de vacaciones. Un texto de Goldoni totalmente actual donde las apariencias y el qué dirán lo son todo; reclama el papel de la mujer y llena el escenario de enredos amorosos. Celos, envidia y gorroneo vestidos de traje de baño. Mención especial para ese toque de excentricidad y época incierta en el vestuario diseñado por Sara Roma.


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