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La Asamblea de las Mujeres, ¿y si gobernase Mariana?



¿Habría llegado ya a un pacto Mariana Rajoy? ¿Habría logrado algún tipo de entendimiento con Petra Sánchez? En nuestro país, ninguna mujer preside partidos políticos. No sucede lo mismo en Alemania donde Angela Merkel manda con mano dura sobre sus ciudadanos y, sobre todo, sobre los europeos en crisis. ¿Sería mejor un mundo presidido por mujeres? La respuesta la intentó dar Aristófanes en el siglo IV a.C. y la recupera hoy Juan Echanove llevando a escena una chirigótica comedia sobre la mujer y la política.


Las mujeres, presididas por Praxágora, están cansadas de un gobierno injusto, corrupto y desigual presidido por los de siempre, por los hombres. Todas irán travestidas a la asamblea y conseguirán con un buen discurso y energía, hacerse con el poder. Instaurarán una democracia igualitaria donde todo sea de todos y todos de todos. Alimentación, vivienda, cuerpo y carne. Con una única distinción en la carne, para acostarse con una hermana guapa, debes acostarte primero con la hermana fea. Así serán las leyes atenienses.


Echanove intenta llevar con buen ritmo una comedia que, irremediablemente, empieza a caerse por si misma en su segunda mitad debido a unas escenas demasiado extensas. Eso sí, consigue mantener la atención del espectador con gags acertados -aunque algunos resultan conocidos y repetitivos-, nada como ese “Si me apoyáis, irse”, que reclama la hija de La Faraona, y con una interpretación elevadamente cómica. La Asamblea de las mujeres ofrece un reparto que se entrega a la historia, por pequeños e irrelevantes que puedan parecer sus personajes. Una lista de personajes amplia sin desarrollo ni profundidad que desvirtúa la historia y hace desaparecer en el desenlace la figura de la protagonista, dejando un final que hunde la trama, no sólo por precipitado, sino porque no llega a concluir ni a mostrar ninguna moraleja. El tono chirigótico le viene genial a la historia y anima la función, pero no termina de unificar el montaje. Esa especie de entremés sexy y atrevido protagonizado por Concha Delgado hubiese ganado mucho con voz en directo y con los ingredientes de la comedia que presenta.


Uno de sus principales puntos a favor y causantes de las mejores carcajadas entre el público es la descontextualización de la historia. Partiendo por esa moneda de diez céntimos de euro que preside la escena hasta el vestuario con una ristra de estilos atemporales –no entiendo porque Blépiro, el marido de Praxágora, viste supuestamente una ropa de su mujer que, aparentemente, ella nunca se pondría-, pasando por esas referencias al ahora que nos traen un problema de antes de Cristo a una actualidad efervescente. Cómico.


Lolita es la encargada de dar vida a la protagonista y reina en una segunda parte muy acertada, donde el público se divierte con la sinceridad de su personaje, pero yerra en la primera escena donde le falta masculinidad y aplomo. El resto del reparto armoniza la historia con energía destacando una María Galiana brusca y cómica. Nos encanta verla en este rol. Pastora Vega nos sorprende por su soltura en escena, delante de la cámara la vemos más tensa. Pedro Mari Sánchez nos encanta en la última escena y Sergio Pazos aprovecha su Cremes, algo que también hace Concha Delgado, irreconocible en el cambio de personaje.


Pese a que la propuesta inicial nos apetece, la respuesta a ese mundo presidido por mujeres desemboca en algo insustancial donde parece importar más la cama que la vivienda o el alimento. Este tema es más cómico, es evidente, pero al no ofrecernos ninguna conclusión a la historia, nos encontramos que la Atenas presidida por mujeres no es más libre sino más caótica. Un desenlace en forma de Carnaval que levanta al espectador para cantar con el reparto en los aplausos. Lo dicho, ¡qué les devuelvan las ruinas!


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