Idiota, el hundimiento de un gracioso
Estrenamos El Pavón Teatro Kamikaze con una obra que habla de nosotros mismos, de nuestro mundo, de hasta dónde somos capaces de llegar, qué somos capaces de soportar. Un retrato del hombre de a pie, de ese idiota que somos todos, pese a que siempre pensemos que ese idiota es el de al lado, nosotros lo hacemos todo bien siempre. Ironía explícita. Israel Elejalde dirige un texto de Jordi Casanovas que nos incita a participar y a avanzar hacia la idiotez del personaje, interpretado con aplomo por Gonzalo de Castro en una mezcla de géneros que desde una comedia sutil nos trasporta hacia un thriller en el que el tiempo pasa volando.
Un hombre es contratado para un experimento psicológico. Ha firmado un contrato y recibirá una buena compensación económica. Estamos ante la prueba definitiva donde el sujeto tendrá que responder a un test, que realizará una correcta psicóloga, donde se pondrán a prueba sus capacidades resolutivas, creativas y mentales. Tendrá que dejar de pensar en lo obvio para ir más allá. Tiene que responder a todas las preguntas para cobrar. Fallar, es decir, ser idiota, tendrá bastantes efectos secundarios. Y no sólo para él.
Jordi Casanovas nos ofrece una dramaturgia inteligente donde nos habla de muchas cosas sin caer en el texto obvio, sin pretender concienciarnos, sin querer obligarnos a nada. Y lo hace sin mostrarnos la situación típica, sin tópicos ni verdades absolutas, siendo testigos de un concurso en el que peligra algo más que la pérdida de dinero. ¿Hasta dónde somos capaces de llegar por recuperar nuestra dignidad? ¿Por recuperar lo que nos prometieron? ¿Hay que achicarse y tragar, tragar hasta llenar el buche, hasta que nuestro cuerpo no pueda más? ¿Existe la rebelión? Nos hemos tumbado en el sofá de un mundo acomodado en el que los cojines nos hunden y no somos capaces de darnos cuenta de que sólo tenemos que poner los pies en el suelo e impulsarnos. Nadie nos va a acercar su brazo para levantarnos.
Idiota se convierte así en una seña de identidad. En un grupo de los amigos Kamikazes que se han levantado de su sofá y se han lanzado hacia un teatro que el público aplaude. Israel Elejalde se enfrenta con esta función a su segundo trabajo como director y convence. Consigue mantener la tensión y acierta, sobre todo, cuando la comedia se empieza a disipar y el público se tensa. El espectador juega con el protagonista. Quiere ser menos idiota que él. De hecho, nos sentimos menos idiotas si acertamos, y prestamos la misma atención a la obra que a los enunciados de los test. Nosotros somos las otras 999 personas que se están sometiendo en todo el mundo a los mismos acertijos. Y no queremos fallar.
“Imaginativo, activo, inteligente, menos idiota”, estos adjetivos va sumando nuestro protagonista, interpretado por Gonzalo de Castro. Soberbio a medida que avanza la función y su personaje empieza a darse cuenta de todo. No puede fallar. De Castro tampoco lo hará. Ese gracioso de turno dejará de serlo para darse cuenta de su propia realidad y resurgir de sus cenizas. Su partener, Elisabey Gelabert realiza un trabajo generoso en el que ocupa el lugar que le corresponde e intenta dar más de lo que el propio Casanovas le ha dado a su personaje. Lo consigue. Hay algo detrás que no conocemos pero que sentimos.
Como Elejalde dijo en la rueda de prensa, “la gente quiere que esto salga bien”. Nosotros nos alegramos de que esta función haya salido bien. Y será el principio de muchas. Dejemos de ser idiotas.