El secuestro, nosotros somos buena gente
Cinco personajes, dos clases sociales, dinero, corrupción, desahucios, constructoras y personas. Estas últimas, las que menos importan. El secuestro es una comedia de personajes extremos en una situación extrema. Escrita por Fran Nortes y dirigida, con ritmo trepidante, por Gabriel Olivares, director de Burundanga, éxito temporada tras temporada. Ambos demuestran su buena dote para hacer reír. La crisis sirve para hacer comedia con un puntito de sensibilidad, la justa y necesaria.
Paco se queda solo en su casa. Manda a su mujer y a su hija a Zaragoza. Secuestra al hijo del ministro. Van a quitarle su trabajo y su casa. Una situación desesperada que hace que nuestro antihéroe haga de un drama una situación cómica. Y es que ninguno sabríamos ser secuestradores, porque, en el fondo, somos buenas personas. Su hermana y su cuñado pondrán la chispa necesaria para complicar más las cosas.
Un secuestro surrealista, donde el secuestrador tiene más miedo que el secuestrado y donde los personajes no saben qué hacer con ese arrebato de locura y justicia. Fran Nortes demuestra con El secuestro que es capaz de escribir una comedia sin dejarse ningún ingrediente. Su punto fuerte, la creación de personajes bien armados en la comicidad, con relaciones entre ellos que, si bien no son novedosas, están muy bien trabajada para hacernos reír. Olivares ha sabido aprovechar un texto rico para que todas las escenas tengan vida propia, y no moleste la aparición de un último personaje pasada la mitad de la función. Para esto, nos regala una escena divertidísima entre Leo Rivera y Carlos Heredia o personajes tan cómicos como el que interpreta el propio Nortes. Un secuestrado fuera de lo común que, aunque en muchas ocasiones está en un segundo plano, cultiva una buena predisposición en el espectador. Una pena que en el desenlace no se aproveche la doble cara del personaje.
Un ritmo vibrante que se acentúa con la aparición de personajes extremos. Los intérpretes lo dan todo y se agradece. Leo Rivera y Diana Lázaro crean una pareja compenetrada y aunque Lázaro esté un poco pasada de rosca, eso sí, llena de energía, convencen y divierten. Jorge Roelas no aporta nada nuevo pero cumple con su cometido. Un elenco compactado que va a favor de obra y se entusiasma con la risa del espectador.
El secuestro se convierte así en un reloj despertador para una sociedad dormida. Nada mejor que la comedia para reivindicar el grito, el movimiento, la acción social ante una situación escandalosa. Una ficción que no sorprende. Y eso es triste. Nuestro vecino se pone en marcha para acabar con el despotismo, la poca vergüenza y la cara dura, nosotros estaremos ahí para apoyarle. El secuestro no es la opción pero sí un desahogo para ver más claro nuestro drama.
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