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El Plan, los hombres también lloran



¿Qué planean estos tres amigos? Esta es la primera pregunta que se te viene a la mente y que intentas adivinar durante los primeros minutos de la función. Poco a poco y sin que te des cuenta, ese interrogante se va disipando para centrarte en la vida de los tres protagonistas, tan normales como cualquiera y con vidas tan aparentemente comunes como cualquier viandante que cruzase el Pavón Teatro Kamikaze sin ganas de entrar. Pero todo personaje guarda algo por lo que ser interesante e Ignasi Vidal consigue que el espectador se quede a buscarlo, se espere a la sorpresa final que impacta y duele.


Tres amigos tienen un plan. Uno de ellos se retrasa, como siempre. Después de quince años de relación, se dan cuenta de que nunca nada les ha salido bien. Conversaciones aparentemente ligeras que se multiplican al igual de su trasfondo, al igual que su base. Los problemas, el paro, la falta de trabajo, de sentirse útil, de ser valorado en una sociedad en la que estar en paro es cada vez más normal y más vergonzoso. ¿No eres capaz ni de conseguir trabajo? Flojo, vago… Indigno.


En contra de lo que pueda parecer, El Plan está teñido de comedia, ligera, como las conversaciones, un humor que se vuelve agrio, amargo, contagiado por escalofríos al descubrir las verdades de cada personaje. Como en Chejov, parece que no pasa nada, pero el drama sobrevuela las cabezas de los protagonistas. Al terminar la función, silencio. El mismo silencio que mantiene el personaje de Andrade, el mismo asombro, la misma incomprensión. Un final que hace grande a una función algo lineal que comienza a cobrar vida cuando los tres personajes están en escena, cuando nos olvidamos del plan y nos adentramos en la vida de cada uno, en su intimidad, cuando los secretos dejan de serlo, nos interesa esa vida normal que no es tan normal como pueda parecer. Sin lugar a dudas, El Plan se convierte en una función de hoy en día, de la cruel y dura realidad de ese hombre que hoy no tenía pensado entrar al teatro pero ha acabado subiéndose al escenario.


Ignasi Vidal dirige a sus actores para que parezcan humanos, para que no veamos el interés interpretativo por ningún lado, y eso es lo que los hace grandes. Enhorabuena a los cuatro por conseguirlo. Con un control del tiempo y el ritmo notables, tanto Manuel Baqueiro, como Javier Navares y Chema del Barco parecen tocados con la barita de la normalidad, normalidad llena de matices que hacen que El Plan merezca ser visto un par de veces. Del Barco desprende una sutil comedia y cautiva, Baqueiro consigue que el espectador simpatice con su cara dura y Navares podría cansar y no lo hace. Nada que decir de un final que, interpretativamente, está lleno de decisiones excelentes.


¿Quiénes son las víctimas de esta sociedad en crisis? Tres víctimas que afrontan cada día con menos esperanza que el anterior pero con la confianza de que la amistad siempre perdurará, o no. Un texto que nadie debe perderse porque Ignasi Vidal consigue demostrar que, aunque sin lágrimas, los hombres también lloran.


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