La primera gota, la 'viralidad' de la sangre
Una noche te secuestran, te encuentras atado a una silla y el loco que tienes al lado, seguramente tu secuestrador, no te habla. Así comienza La primera gota, un texto en clave de thriller de Aitor Gata, dirigido por él mismo, que protagonizan Dion Córdoba y Asier Iturriaga. El comienzo es atractivo, el silencio se apodera de la escena y da tiempo a que el espectador conjeture, divague sobre lo que ocurre ante sus ojos.
Secuestrador y secuestrado, ¿quién es víctima y quién verdugo? En La primera gota intentaremos encontrar respuesta a esta pregunta, aunque nos será difícil. Un pobre diablo que quiere ser Dios, cambiar el mundo a su antojo, aunque tenga que llevarse por delante a quien haga falta. Él cree que sólo basta una primera gota (de sangre), para empezar.
Gata no tiene miedo a mantener el espectáculo en silencio y que los personajes entren en acción. Y esos momentos son mágicos en escena. Pero cuando los personajes empiezan a hablar nos encontramos con un texto demasiado pretencioso –con instantes cómicos que no terminan de funcionar-, una especie de V de Vendetta donde un único individuo quiere cambiar la forma de pensar y entender la vida del ciudadano de a pie. El objetivo es sencillo, utilizar un reclamo de popularidad, un actor de éxito, un Mario Casas ficcionado, para que crear un video viral en el que se manifiesten sus ideales. ¿El público le hará caso por eso? Un loco demasiado cuerdo en sus ideales, para él, tiene lógica todo lo que pretende. En torno a esto, surgen una serie de relaciones y de lugares y personas en común entre los dos protagonistas, que a nivel dramatúrgico, despistan más que ayudan. Poco a poco se van descubriendo las capas de los personajes, el espectador intenta buscar más allá, encontrar un desenlace sorpresivo –en algún momento se apunta que lo habrá, pero se diluye sin que nos demos cuenta-, donde haya algo más que nos aclare este sin sentido, pero el sin sentido es así, como la vida misma, como las personas que actúan sin sentido y aparecen diariamente en el telediario.
Dion Córdoba y Asier Iturriaga se enfrentan a un espacio y un texto oscuro. Una búsqueda de cambio utilizando el propio sistema para destruirlo. Córdoba se maneja como nadie en ese universo tecnológico y visual y crea un personaje al que me gustaría entrevistar, más allá de ese lenguaje rebuscado que utiliza para definir lo que quiere. Le vendría bien mayor coloquialidad en su lenguaje, lo acercaría al espectador y empatizaríamos más con su mensaje. Una pena no poder verle los ojos durante toda la obra. Iturriaga, por su parte, no termina de dar estabilidad a su personaje, quedándose a medias en terrenos en los que podría entregarse y exponerse más. Todo un reto que podrá superar.
El escenario es realista, nos sumerge en un espacio impactante diseñado por el propio Gata, donde el público puede visualizar diferentes visiones del espectáculo, tantas como capas parecen tener los personajes. El cambio es posible, ¿cómo conseguirlo? No sabemos si esa primera gota será necesaria. Tiempo al tiempo.