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El Crédito, ¿y si no me callo la boca?



Jordi Galcerán siempre me sorprende. Desde El Método Grönholm sigo su dramaturgia y me encanta descubrir cada obra nueva que estrena, ya sea en papel o sobre el escenario. El Crédito la tenía pendiente y, gracias al Club YMás y a su bono de Tarifa Plana que incluye esta y muchas más obras, la pude disfrutar en su nueva versión, la versión dirigida por Gabriel Olivares y protagonizada por Vicente Romero y Antonio Pagudo.


Muchos habréis visto el montaje que protagonizaron los grandes Carlos Hipólito y Luis Merlo, dirigida por Gerardo Vera, una versión premiada y alabada por crítica y público. Esta nueva versión, se inicia con el agravio comparativo pero con ganas e ilusión por seguir divirtiendo al público y por dejar esa huella de buen rato teatral y de conciencia social. La premisa es clara. Un cliente va a pedir un crédito a un banco, sin aval ni garantías. Se reúne con el director de la sucursal que, evidentemente, le niega el dinero. Pero el cliente no se calla la boca. Hace mucho más de lo que ninguno somos capaces de hacer. Ya veremos si le sirve de algo.


El montaje que nos propone Olivares es dinámico, una conversación de tú a tú sin trampa ni cartón. La comedia irradia del texto y Olivares sabe aprovecharla. Sin embargo, siento que falta verdad, que hay algo de falta de necesidad y desesperación, sobre todo en el personaje que interpreta Pagudo. Creo que es necesario mostrar esa urgencia para que su personaje llegue al punto que llega y no parezca preconcebido. De todas formas, la obra funciona y divierte al espectador con un plus extra, la aparición de secuencias donde la corporalidad deja de ser naturalista y se convierte en un incentivo para la comedia, al igual que la utilización de los objetos de oficina y la repetición de todos estos elementos. Eso sí, sin hacernos olvidar el objetivo real de los personajes. Innovador.


Salvo esa falta de necesidad que le echo en falta a Antonio Pagudo al principio, el resto del montaje ambos intérpretes aprovechan todas las armas que el texto de Galcerán les propone. Los dos reman en la misma dirección y se complementan sin egos ni protagonismos buscados. Divertidas las llamadas telefónicas en solitario de Vicente Romero donde descubre la verdadera cara de su personaje, rodeado de complejos e inseguridades. Pagudo no atiende a lo evidente de su personaje sino que lo vuelve más humano y logra sorprendernos descubriéndonos a un personaje que nos hace dudar sobre la verdad de lo que dice y de sus estrategias. Punto a favor.


Una situación surrealista, algo marciano como el director mismo menciona, que sorprende al espectador, sobre todo, en el momento en que llegamos a olvidarnos de quien necesita a quien. Esa es la gran sorpresa de la función y lo que hace que El Crédito sea un éxito, porque ese crédito se convierte en mucho más que un préstamo económico.


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