Otelo, conseguir el poder, ¿a costa de quién?
La ambición y el poder son dos de los temas esenciales de la obra de Shakespeare. He decir que Otelo es una de las obras del autor inglés que menos domino por lo cual no puedo atender a la adaptación que, sin lugar a dudas, hace que la función sea asequible y actual, un logro de la universalidad de los textos de Shakespeare. En esta ocasión, Paco Montes y Lucas Smint se atreven con la dirección y sitúan la historia en la actualidad donde el poder sigue emergiendo a costa de los más desfavorecidos. Y es que la imagen final ilustra la tristeza de sociedad en la que nos hemos convertido.
Pese a que Shakespeare bautizó su obra con el nombre de Otelo, en esta versión el auténtico protagonista es Yago, cabeza inteligente que urde artimañas y maneja a su antojo al resto de personajes como si fuese el director de la función. Montes y Smint han querido, además, que Yago nos confiese sus perversiones, que lo veamos como un personaje consciente del qué y del por qué. No le importa lo que se lleve por delante, el fin justifica los medios.
Violencia y brusquedad. Dos de las palabras que definen este montaje que lleva meses de exhibición en una sala que acabamos de descubrir, La Puerta Estrechaa. Violencia porque el montaje no deja lugar a la imaginación, los intérpretes entregan su cuerpo a la historia y lo dan todo. Quizá demasiado, porque aquí viene el pero, en muchas ocasiones, esa violencia se transforma en brusquedad, ya que al tener al espectador tan cerca, los movimientos tienen que estar muy medidos y la fuerza y la energía también. Gritos y golpes deben medirse al espacio de representación para que el espectador no se sienta invadido. Un mayor control corporal de los intérpretes, que deben ser conscientes de por donde pisan, pues botas y madera a veces aportan ruido innecesario, haría de esta función algo redondo. A pesar de esto, sobre el escenario hay valentía y arrojo.
La dirección acierta con transiciones efectivas que hacen que el espectador no se despiste en ningún momento y, no sé si el espacio está diseñado para esta obra, pero me sorprende el buen aprovechamiento hecho de todos los recursos escénicos que La Puerta Estrecha les ofrece. Al igual que una iluminación muy bien diseñada, que crea atmósferas cambiantes. Aspectos que hacen que Otelo no deje de sorprenderte.
Antonio Alcalde interpreta a ese manipulador Yago con relajación y saber estar. Atrae la fuerza escénica, a veces sobrepasada, de Iván Calderón, que arrasa por donde va, aunque me hubiese gustado ver mayor fragilidad en los momentos de duda y sospecha. El elenco confía en el montaje y se entrega a la causa con fuerza y determinación. Encontrar el punto justo a esa fuerza y detenerse en la dicción hará que su trabajo luzca más y disfrutemos de cada momento en escena.
Inteligencia y paciencia frente a los impulsos del hombre. Estas son las armas que Yago utiliza para conseguir sus objetivos. Manipulación, guerra, violencia. Celos. Otelo es universal y su historia vive hoy en día. ¿A costa de quién?